Los avances que se han observado en el campo de la inteligencia artificial (IA) durante las últimas décadas generaron tanto entusiasmo como preocupación dentro de la sociedad. Una preocupación que se basa en los temores y recelos que existen sobre la IA. Algunos de estos temores estaban basados en uno de los mitos más persistentes el cual afirma que la IA es inherentemente peligrosa. Un mito que explora y alimenta constantemente la ciencia ficción. Reforzado además por el miedo natural a lo desconocido. En esta entrada, se analizará los posibles orígenes de este mito, explicando cómo funciona realmente la IA y mostrando que es una tecnología valiosa y, como cualquier otra, no es peligrosa en sí misma.
El origen del mito la IA es inherentemente peligrosa
El mito de una IA inherentemente peligrosa es una parte fundamental de la historia de clásicos de la ciencia ficción como “2001: Una odisea del espacio” de 1968. También abordado en películas más recientes como “Terminator” (1984) y “Ex Machina” (2014). En donde los autores de ciencia ficción retratan a las Inteligencias Artificiales como una amenaza existencial para las personas y la humanidad. En estas historias, los sistemas de IA desarrollan conciencia propia, toman el control y, en algunos casos, intentan exterminar a los humanos. Creando en la imaginación popular la idea de que la IA es una tecnología peligrosa y potencialmente destructiva.
Mito que además se refuerza por el miedo que suele producir lo desconocido. Una reacción común entre los humanos. La IA es una tecnología compleja y relativamente nueva, por lo que puede generar incertidumbre y ansiedad. Las personas tienden a temer lo que no entienden completamente, y la falta de conocimiento sobre cómo funciona realmente la IA contribuye a la percepción de que es peligrosa. Un miedo que puede amplificar el ritmo de desarrollo actual de la IA. Esto no es algo nueva, tecnologías tan habituales hoy en día como la imprenta, el ferrocarril o Internet fueron temidas en sus orígenes.
Cómo funciona realmente la IA
Para perder el miedo a la IA, lo mejor es comprender cómo funciona esta tecnología. Una vez se comprenden sus fundamentos, se puede comprender que no es peligrosa en sí misma.
Modelos estadísticos
Es crucial entender que la IA, en su forma actual, no es más que un conjunto de modelos estadísticos que carecen de voluntad propia. Simplemente consiste en aplicar la estadística a conjuntos de datos. Los modelos están diseñados para analizar datos, identificar patrones y hacer predicciones basadas en esos patrones. No cuentan con deseos, intenciones ni consciencia. Por ejemplo, un modelo de IA utilizado para recomendar películas en una plataforma de streaming analiza las preferencias de los usuarios y sugiere películas que han visto otros usuarios similares, pero sin comprender nada sobre lo que este recomendado.
Programación y supervisión humana de la IA
Los sistemas de IA dependen de la programación y la supervisión humanas para su creación y puesta en marcha. Los científicos de datos diseñan los algoritmos, seleccionan los conjuntos de datos de entrenamiento y entrenan los modelos para mejorar su precisión y rendimiento. Por los que la supervisión humana de la IA es una parte fundamental del proceso. Además, la supervisión humana es necesaria para conseguir que los sistemas de IA funcionen correctamente y no perpetúen sesgos o errores presentes en los datos. Por ejemplo, los chatbots de atención al cliente se entrenan con datos de charlas previas, supervisando constantemente su funcionamiento para mejorar las respuestas y garantizar que proporcionen información útil y precisa.
La IA es altamente dependiente de los datos
El funcionamiento correcto de los modelos de IA está directamente relacionado con la calidad de los datos con los que se entrena. Si los datos son correctos, los modelos realizarán aprenderán los patrones reales y realizaran las tareas para las que están programados de manera efectiva. Pero, si los datos contienen errores o están incompletos, los modelos van a aprender a identificar patrones con los vicios de los datos de entrada, generando resultados incorrectos o sesgados. Así, la IA no puede ser mejor que los datos usados en su entrenamiento. Por ejemplo, en el reconocimiento facial, si el conjunto de datos de entrenamiento incluye una diversidad de rostros, el sistema será más preciso en identificar personas de diferentes orígenes étnicos. Pero, si solo se usan rasgos de una etnia, los modelos funcionan de forma incorrecta cuando se encuentran con otras.
Conclusiones
El mito de que la IA es inherentemente peligrosa ha sido alimentado por la ciencia ficción durante décadas, reforzado por el miedo natural a lo desconocido. Sin embargo, la realidad es que la IA es una tecnología con múltiples aplicaciones que, cuando se utiliza de manera responsable, suele ser beneficiosa para la sociedad. La IA no es más que modelos estadísticos sin voluntad propia que dependen de un entrenamiento supervisado por expertos.
Imagen de Alexandra_Koch en Pixabay
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